La suma de los días
por Laura Feinsilber

 

Martín La Rosa ha pintado, con técnica sobresaliente, naturalezas muertas y según sus palabras «objetos con más o menos luz, con menos o más sombras».

Frutas, vidrios, muebles, figuras apoyadas en estos o en el mantel blanco con pliegues, retratos en los que intentó penetrar en la profundidad de su psique.

Una pintura silenciosa, adjetivo al que se acude cuando aparentemente todo está en calma, en absoluta quietud, para que el contemplador se identifique con ese algo que ya nos es tan esquivo en esta sociedad invadida por imágenes avasallantes.

Ahora, se ha volcado al paisaje. En su caso, este tema tenía que llegar, pausadamente, porque para él la pintura no es un entretenimiento ya que está lejos del éxito mediático y de la búsqueda de la fama.

Me muestra sus cuadros recientes. Primero, los del mar. Ha captado el momento justo de la ola cuando viene rompiendo, la espuma que cubre la orilla, los tonos verdes y azules, las rocas, la arena.

De explicarlo así podría caerse en el estereotipo de las marinas que se ven en las marquerías. Nada de eso porque Martín pinta las corrientes internas, su
vasta expansión, el movimiento incesante.

Durante unas vacaciones descubrió este paisaje que le permitió gozar de las visiones y sonidos de la naturaleza, «el mar ha preparado para mí este secreto, este tesoro…», escribió Le Clezió en «El buscador de oro».

Las aguas son cosas grandiosas, se dice que debe contemplárselas desde cierta distancia pero el artista nos propone acercarnos para leer algunas frases, apenas perceptibles, que ha incorporado sutilmente a la imagen: John Berger, Tao Te King, Francis Cheng, Fernando Pessoa, Juan José Saer, autores que lee con avidez y que lo acompañan en su hacer.

También están los bosques. Una representación de las formas y contornos tal cual son, con la luminosidad propia, tan breve, tan triste, del crepúsculo, «…prestad atención a las voces de los pinos y de los cedros cuando calla el viento», escribió Ryo Nan.

Cuando se mira esta pintura, recuerdo un ancestral pensamiento chino acerca del secreto de un artista. «Afuera, tomo a la naturaleza por maestro; adentro, sigo a mi propio corazón».

Martín La Rosa ha llegado a esta pintura con paz mental. Tratemos de alcanzarla para gozar de ella.